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De palabras, clases y magia: respuesta a un profesor fugitivo
Lo único que un profesor no puede perder jamás es la magia y hablo de la magia que reúne todas las acepciones de cualquier diccionario que se respete: la magia es arte, técnica, ciencia, hechizo. Y es que en realidad, el profesor es un mago, sí, también es actor, mensajero, artesano, vigilante, vendedor, cuentero, entre muchos otros oficios, pero esencialmente es un mago que se vale de todos los trucos e ilusiones posibles para encantar a su público: esos sujetos que quieren hacer algo con sus vidas y que por eso aparecen en ese escenario llamado salón de clases. Usted profesor parece haber perdido la magia y si realmente ama su oficio debe retomar su camino, debe mantener la duda, debe aprender a hacer magia para espectadores que creen que ya conocen todos sus trucos y que seguramente están equivocados.
Hablemos de trucos. Si el truco del conejo blanco que sale del sombrero ya no da resultados, entonces es el momento de sacar conejos de todos los colores y de todos los sombreros; si el truco de las cuerdas cortadas y vueltas a unir con solo un soplo está un poco gastado, es el momento de darle un nuevo aire; por otra parte usted me dirá que atravesar espadas a una modelo encerrada en una cabina no llama mucho la atención, que ya a nadie le importa si se muere o no. Y yo le respondo que cambie de modelo pero no de truco ( incluya modelos actuales: la televisión, la internet, Nintendo, los teléfonos inteligentes, los colegios, los padres ¿le suena?) y que aumente el número de espadas si es preciso para atravesarla: ojalá el truco falle y alcance a herir a la modelo. Tarde o temprano sus estudiantes se lo agradecerán, finalmente el público se asombrará. Pero el truco que definitivamente no puede incluir en su presentación (no espectáculo) es el del escapismo. Es perfectamente comprensible el cansancio, el deseo de dejar atrás las desilusiones, los borradores y los llamados de atención.
No obstante, los buenos propósitos no se pueden quedar en el retiro porque un profesor que se sigue cuestionando por su quehacer y a quien se le hace un nudo en la garganta al renunciar es un maestro que se necesita en las aulas.
Así que lo invito a que ataque por otros frentes, que no se rinda, que les deje eso a los profesores que no aman su oficio, a quienes quieren escampar en la docencia. El mago, digo, el profesor no puede olvidarse de que finalmente los públicos son distintos pero la fascinación por lo desconocido es la misma. Si la magia es buena el que come arroz con huevo y toma aguadepanela va a admirarse y va llevarse esa magia tanto como el del lomo, la ensalada y el Milo, y cada cual la sabrá aprovechar en su contexto, porque la magia no es una cuestión de clases, desfiles o etiquetas. La magia es la magia desde que existe, sigue vigente a pesar de tantas linternas mágicas que se inventan cada tanto, no se trata de evitar como muchos apocalípticos lo hacen, se trata de insistir, no de adaptarse, de insistir.
No puedo decirle que está equivocado en su desconcierto ante el impacto digital, de hecho sé que muchos profesores y “adultos responsables” lo comparten. Lo que sí puedo decirle es que el muro de Facebook, los trinos en Twitter, los mensajes en el Blackberry tienen a mi modo de ver tres factores comunes: la brevedad, la actualidad y la contundencia. Esos temas que usted, muchas personas y yo tachamos de insignificantes, banales o superficiales hacen parte de las preocupaciones del ser humano de este tiempo y se tratan de forma escueta y fugaz.
Ni que decir de lo que le toca a sus estudiantes: leer, leer, leer. No versiones abreviadas, no sólo películas o documentales de los libros, no sólo ensayos sobre los libros, si escogieron este camino su deber es leer los libros y ¿qué mejor que leer guiados por un maestro? Y escribir, escribir, escribir. No existe otro camino que escribir una y otra vez, borrar, empezar de nuevo, darse látigo (como Truman Capote) y volver a escribir y ¿qué mejor que escribir guiados por un maestro? Como lo evidencian los errores de este escrito profesor, hay mucho por hacer. Los estudiantes deben bajarse de la nube y darse cuenta del mundo complejo al que se van a enfrentar donde los buenos lectores digitales piden pocas palabras bien escritas, palabras bien argumentadas, palabras bien armonizadas, en síntesis palabras con magia, ellos, los comunicadores del futuro, también necesitan aprender a hacer magia.
Creo profesor, que los padres y formadores (que somos todos), olvidamos fácilmente que debemos tener algo de magos, que siempre debemos llevar el as del buen ejemplo y el comodín del amor por el conocimiento bajo las mangas y que las mejores cartas se encuentran en la práctica de valores como la responsabilidad, la disciplina y la laboriosidad que se cultivan inicialmente en la casa y se apoyan en el colegio.
No hay invento que haya sido capaz de reemplazar la magia y esta finalmente consiste en buscar y buscar, insistir y nunca (¡nunca!) mostrar (sentir si, mostrar no) preocupación ante la pasividad de un público que lo único que espera es ser atrapado no sólo entretenido, porque finalmente está cansado de no encontrar suficiente encantamiento en los miles de “amigos y/o seguidores”, en el conformismo, en el facilismo, y el relativismo que secretamente también los agobia.
Apreciado profesor: Si no hay más remedio ¡renuncie! Sin embargo tenga en cuenta que hay algo que usted no podrá encontrar ni en la tranquilidad de su hogar, ni en el silencio de sus caminatas, ni en las tareas domésticas, ni en el pasar de las hojas de sus libros, ni en la elaboración de sus escritos, ni siquiera en la ficción… es la cara de asombro de un estudiante ante un truco que le hizo ver lo que todo el tiempo estuvo ahí, dentro de sí.
¡Magia! ¡Magia!
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